lunes, 8 de septiembre de 2014

LA AXIOLOGÍA (III)

“Los oídos no sirven de nada a un cerebro sordo”.
Proverbio árabe.

Aparece entonces el tema del subjetivismo axiológico, apoyado en la existencia de una gran diversidad de creencias y gustos, que definen los valores.

Sin embargo, ante la inmensa pluralidad de propuestas, tal vez lo más sencillo sería escoger el relativismo como solución, en este caso, argumentado que el valor no es absoluto, sino relativo y que lo valioso depende de la impresión que origine en el observador, del momento histórico correspondiente y de su utilidad manifiesta.

Empero, habría tantos valores y sistemas de valores, como sujetos haya, pues su estructura estaría basada en el interés, la emotividad o el deseo que producen en cada uno, independiente del consenso de aplicación general.

Esta posición resulta muy peligrosa, pues en el fondo implica un: ‘todo vale’, que elimina la obligatoriedad universal y por ende, puede llegar a afectar la convivencia.
En contraposición, la escuela neokantiana, postula el valor como una simple idea, argumentando que las ideas son la potencia impulsora la conducta humana por encima de los intereses o del propio agrado, asegurando que los valores existen en sí y de por sí, y que por ser entidades absolutas e independientes, no necesitan ser, ni relacionarse con las cosas.

Por otra parte, el objetivismo axiológico se basa en la realidad de los valores con dos marcadas tendencias: la primera que afirma que los valores son objetos ideales de perfección más allá de la experiencia, captados mediante intuiciones emocionales, especiales e independientes e inmutables, donde el conocimiento de ellos es relativo; aunque los valores en sí mismos son absolutos. La segunda propone los valores como algo objetivo, no obstante, consistentes en términos de cualidades irreales residentes en las cosas.

Max Scheler, consideraba que los valores no eran propiedades sino objetos en sí, aunque diferenciados tanto de los objetos reales, como de los ideales.  En su obra: "Lenguaje, verdad y lógica", igual manifiesta que los juicios de valor están fuera de toda cuestión, en virtud de que no cumplen con el principio de verificación empírica.

Ahora, según los fenomenólogos, los valores son cualidades absolutas, sui generis, ideales, o cualidades irreales independientes de las cosas o de las estimaciones, así no se confunden con el sujeto valorante, ni con las cualidades físicas de los objetos. Ellos están divorciados del mundo real, aun cuando tienen objetividad y consistencia propias.

La persona, no crea los valores, simplemente los encuentra, convirtiéndolos en bienes propios. Ella, hace de mediadora entre el mundo del Ser y el mundo del valor, así, funde los reinos del ser y del deber en una realidad. Entonces, el concepto del valor como realidad, sostiene que ellos residen y se identifican con el ser y están encarnados en lo presente.

Finalmente, la tendencia del realismo del valor, dice que los valores son propios, porque no precisan de ninguna referencia distinta y que ellos son per se, como son las personas.  Sostiene que son simbólicos, por ejemplo: las ideas, la religión, el derecho, el arte, la  historia, la sociedad, la salud y la propiedad, no tienen valor propio, pues se fundamentan exclusivamente en el valor asignado por el hombre. Mientras los valores extrínsecos, sólo son medios para alcanzar un fin, el cual siempre será medido por los valores propios.

“La filosofía, son preguntas que tal vez nunca serán contestadas. La religión, son respuestas tal vez nunca serán cuestionadas”. Anónimo.

Por su parte, el objetivismo axiológico sostiene que los valores son universales e inmutables pues no cambian con el tiempo, ni de una sociedad a otra; son un reino independiente de los bienes que encarnan, los cuales, son los que tienen una relación peculiar con las cosas reales y valiosas, ya que dependen del valor que encarnen.

En resumen, entre las propuestas tomadas de sus diferentes intérpretes, la naturaleza del valor tiene diferentes posturas, para el idealismo puede ser objetivo, ya que considera que el valor existe independiente de la posición del observador o, subjetivo pues considera que el valor es creado en la conciencia del individuo.

Para el materialismo la naturaleza del valor está en la capacidad que tiene el ser humano de valorar el mundo objetivamente, es decir, valorarlo tal como es, buscando no alterar, ni deformar esta visión. De esta forma y hasta tanto se dilucide el asunto, aparentemente la naturaleza del valor parece ser objetiva, más en todo caso, su interpretación desde el hálito de la conciencia, siempre será subjetiva.

Como conclusión puede decirse que la filosofía y sus ciencias derivadas han jugado un papel muy importante dentro del desarrollo del pensamiento, ya que la tecnología, los avances médico-científicos, y la psicología positiva que hoy en día se manejan, son el vivo reflejo del desarrollo y la aplicación práctica del conocimiento de las personas, que desde hace siglos se dedicaron a buscar un porqué, a plantear hipótesis y con el tiempo, las ideas aparentemente más acertadas, se han convertido y consolidado, en las teorías con la más amplia aceptación.

La psicología positiva, corresponde a la rama que busca comprender, a través de la investigación científica, los procesos que subyacen a las cualidades y emociones positivas del ser humano.  El objeto de éste interés, es aportar nuevos conocimientos acerca de la psique humana no sólo para ayudar a resolver los problemas de salud mental que adolecen a los individuos, sino también para alcanzar mejor calidad de vida y bienestar, todo ello, sin apartarse de la más rigurosa metodología científica, propia de toda ciencia de la salud.

Ella estudia las fortalezas y virtudes humanas dedicando su mejor esfuerzo a revisar los aspectos negativos y patológicos del ser humano (ansiedad, estrés, depresión, etc.) sin dejar de lado, el estudio de aspectos más positivos vinculados con la axiología, como por ejemplo pueden ser: la creatividad, la inteligencia emocional, el humor, la sabiduría, la felicidad, la resiliencia, etc.

Este tipo desenfoque es denominado también por algunos autores, como ‘salugénico’. Se pueden encontrar antecedentes del desarrollo de estos temas, en filósofos como Aristóteles, quien dedicó parte de sus escritos a la Eudaimonía (término griego habitualmente traducido como felicidad) así como también, en sicólogos como Abraham Maslow o Carl Rogers, pertenecientes a la corriente llamada: ‘psicología humanista’.

Dentro de este sinnúmero de aportes y en el fondo del pensamiento de sus protagonistas, se entraña un factor común, el uso del raciocinio o discernimiento, como la función más preponderante y simbólica de la inteligencia, es decir, el observador debe disponer de la capacidad del cerebro para analizar, razonar y obtener respuestas ante aspectos que aún se desconocen, o para clarificar y desarrollar aquellos ya conocidos.

A pesar de que todavía hay gente actuando como si ellos aún viviesen en la Edad Media, es en especial que durante los últimos veinticinco años, las actividades de inspiración humana se han realizado con una velocidad y con un éxito sin precedentes. Como resultado, el observador se encuentra en medio del mayor cambio de conciencia que haya tenido lugar, en un proceso para intentar comprender lo que se logrará con la implantación de un moderno Renacimiento Axiológico, que puede estar más allá de cualquier antiguo sueño salvaje.

Todos los aportes al respecto son invaluables, mucho más, por proceder de grandes intelectuales, cuyas contribuciones sirven hoy, como el gran marco que sustenta, el pensamiento global de la humanidad.

“Nada que se consiga sin esfuerzo, pena o sin trabajo, resulta verdaderamente valioso”.


Fuente: Mi libro: “UN SENDERO A LONTANANZA”.

Registro de Propiedad Intelectual DNDA: 10-427-242

Autor: Daniel García Vanegas.

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