martes, 28 de octubre de 2014

El Ego (III)

“Los oídos no sirven de nada a un cerebro sordo”. Proverbio árabe.

El individuo por humilde que sea, siempre lleva consigo su propio ego, ello, como parte de la noción mental de representación que cada uno tiene de sí mismo. En todo caso, se debe tener claridad, pues una cosa es disponer de un ‘Yo’ y otra, es llegar a tomar plena consciencia de la existencia de ese ‘Yo’, ya que al fin de cuentas se deben reconocer sus actuaciones, anticipando las posibles consecuencias producto de la dinámica de las mismas.

Pues bien, es el ego el que define la serie de contenidos mentales con los que se identifica el individuo. Los representa como una imagen que dibuja ante sí mismo y a partir de ella, lo pretende hacer frente al mundo que lo rodea. Su real funcionamiento, obedece a la evolución mental asociada con el pensamiento lógico, consciente y racional que está a cargo del aparato neural, el mismo que tiene la capacidad de reconocer el fenómeno del ‘tiempo extendido’ esto es, delimitar el amplio marco dado por el reconocimiento simultaneo de lo pasado, lo presente y lo futuro.

Se destaca que a través del tiempo, tanto el uso del pensamiento consciente, de la percepción y de la expresión, llegan a objetivar el ‘Yo’, hasta crear el cuadro de la propia identidad consciente, la cual incluye la auto-imagen de todo aquello que el individuo cree ser, estableciendo claramente las fronteras entre el Yo y lo otro. Mientras tanto, dicha visión apreciada desde la óptica de los demás, resulta ser parte del esbozo, tanto de la silueta individual, como de su sombra.

Por causa de su naturaleza, el ego antepone la satisfacción de sus propios intereses, ya que debido a su falta de empatía, no asume el papel de ningún otro. Por un lado, ello es una muestra de autonomía e independencia, más por otro, marca una carencia de solidaridad con los demás. Por tanto, representa la tendencia a la rebeldía, al desafío, a la osadía y al atrevimiento, pues posee aquella fuerza y energía que impulsa al observador a probarse a sí mismo, mientras sus impulsos se expresan en forma de auto-afirmación y emancipación.

Empero, el ego en su condición de inmadurez, es narcisista, autoritario y desafiante. La imposición de su voluntad la acompaña con la práctica de la ‘Ley del más fuerte’. Por tanto, persigue una serie de prototipos de prohombres, seres sobrenaturales, dioses mitológicos, héroes y superhéroes que batallan todos por la dominación, la inmortalidad, la divinidad y el poder.

Asimismo, al ego le fascina mantener el control, dominar, acomodar todo a su gusto y al no aceptar errores, se siente perfeccionista, pues quiere tener siempre la razón y no es capaz de tolerar la incertidumbre. Esto sucede puesto que el ego conlleva un sentido derivado de una limitada apreciación de sí mismo que nace del proceso de auto-justificación, el cual precisa identificarse con el mundo percibido a través de la ventana exterior. Además, necesita ser promovido y alimentado en su papel de protagonista de una manera constante que a su vez se identifica con el mundo exterior.

Las identificaciones de socialización más comunes que son propias del ego, tienen que ver con aspectos basados en el protagonismo como son: las posesiones, el tipo trabajo que se hace, el nivel social y el reconocimiento. Lo forman además el grado de conocimiento, la educación y la apariencia física, para entonces, lograr acumular los dones, virtudes y las habilidades y destrezas especiales que establecen las relaciones, la historia personal y familiar, junto con todos los sistemas de creencias.

También a menudo se relacionan con el seguimiento ciego de ciertas identificaciones tales como: políticas, nacionalismo, condiciones raciales, religiosas y muchas otras de carácter colectivo, de las cuales, ninguna de todas ellas y sin excepción es el verdadero Ser.

El ego, es perseguido y permanece hechizado por los nombres y las ideas, pero la verdad sutil, es que tanto el mundo como la partícula son lo mismo, no corresponde a que el uno es muy amplio y la otra es muy pequeña. Cualquier cosa, es igual a cualquier otra cosa. Los nombres y los conceptos sólo bloquean la real percepción de la gran unidad. Por tanto, es aconsejable ignorarlos.

Para el ego, el momento presente prácticamente no existe, pues sólo considera el pasado y el futuro lo que invierte el objetivo del Ser espiritual haciendo que la egotonía en la mente sea disfuncional. Por su parte, el ego dice que el mundo es enorme y que son diminutas las partículas que lo forman. Cuando las diminutas partículas se juntan, aparece el mundo entero, más cuando se dispersa el vasto mundo, entonces el ego argumenta que son simples partículas.

Aquellos que viven dentro de sus egos, están constantemente confundidos y desconcertados, luchando frenéticamente por conocer si las cosas son grandes o pequeñas, o si existe un propósito para juntarse o dispersarse; pretende dilucidar si el Universo es ciego y mecánico o si corresponde a la creación divina de un ser consciente.

Todo desvío de la ley cósmica, como resultado del ejercicio del libre albedrío, deriva en algo errado, en lo que comúnmente se denomina pecado. Se trata de un sentido de separación de los principios morales, convertido en la mayor tragedia de la experiencia humana. Es un sentido de existencia personal aislada y egocéntrica, contrario a la ‘Verdad del Ser’ que dice: ‘Todo es Uno’.

Sostiene Fernando Malkún en su artículo de ‘Resonancia’, publicado en su página blog que durante 13.000 años la humanidad desarrolló el Ego, dando prioridad al funcionamiento del hemisferio izquierdo o masculino, el cual incluye la individualidad, el egoísmo, el materialismo.

Los contravalores muestran la otra cara de la moneda del comportamiento del ser humano y están regidos por conductas socialmente rechazadas, sea por negativas, erradas, inconvenientes, inmorales o sin escrúpulos, las que se oponen a los sanos principios de la moral y la ética, de forma que generan desconfianza, desprecio y rechazo, por parte de los demás, inclusive llegan hasta ser castigados, por parte de las normas sociales.

La deshonestidad, la deslealtad, el egoísmo, la injusticia, la irresponsabilidad, la intransigencia, la intolerancia y la traición, son unos pocos ejemplos, de aquellos considerados, malos comportamientos originados en el ego.

Paradójicamente, la condición del ser humano, atrae al individuo hacia lo perecedero y lo hace cautivo en muchas trampas, entre ellas, la de la ignorancia, la codicia, la vanidad, el egoísmo, la lujuria, todas seductoras confabulaciones que lo alejan del camino correcto y que a la larga, le inducen hacia la desviación o a la desprotección, y por ende, lo conducen a la pérdida de la debida dirección hacia el sendero correcto.

Lamentablemente, se vive a la sombra de una civilización fundamentalmente egoísta, encausada hacia el bienestar material individual y dentro de una comunidad que aunque desea el despertar espiritual por muchas razones, no logra inscribir el conocimiento respectivo, dentro del marco formal de las ciencias; por tanto, aun cuando siente el llamado del alma, aún no ha encontrado una real manifestación que le permita imprimir el conocimiento espiritual, como una parte fundamental y definitiva de la educación formal y consciente del hombre.

Todo lo que suele suceder, le concierne y corresponde exclusivamente al cuerpo físico. Por lo tanto, el desarrollo el hombre a partir del error y el miedo, ha dado lugar a un aspecto fragmentado de la personalidad, hoy conocida como ‘Ego Humano’ que funciona casi estrictamente para gratificar los sentidos físicos.

Esa conciencia restringida ha conducido hacia las ilusiones de temor, carencia, limitación, enfermedad, egoísmo, guerra, odio, vejez y de muerte física, tal como en la actualidad se perciben, además, se hizo propicia la tendencia de alimentar la corrupción y el engaño, así como todos y cada uno de los males endémicos que por centurias se han manifestado en la Tierra.

Además la egolatría, hace pensar que se puede obtener conciencia e iluminación total sin disciplina y sin práctica apropiada. Sin embargo, son los rituales adecuados, los mismos que en consecuencia, generan el perfeccionamiento del alma y permiten canalizar las emociones y la energía vital hacia la luz.

Empero, se debe llegar a identificar la necesidad de desterrar del alma el egoísmo y todas las demás manifestaciones con él asociadas, tales como la codicia, ingratitud, avaricia, envidia, egolatría, ambición… pues al estar encerrado en sí mismo, el espíritu se torna duro y egoísta porque sólo se ocupa de sí mismo

El secreto de la vida es "morir antes de morir" y descubrir que no hay muerte. Eckhart Tolle.

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 Fuente: Mi libro: “UN SENDERO A LONTANANZA”.
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Autor: Daniel García Vanegas.
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miércoles, 22 de octubre de 2014

EL EGO (II)

“El jade necesita ser tallado para ser una gema”. Proverbio chino.

El Ego humano, es el ser individual o punto de la identidad que acepta a la conciencia, ya que en general su presencia, es asimilada con el alma. Llámese entonces, punto de conciencia o identidad del Yo.

Algunas creencias, lo asocian con la mente carnal que dispone de voluntad propia y que forma parte activa del intelecto humano, proporcionador de autoconocimiento y exento de la naturaleza animal del hombre.

Es la mente la encargada de conectar la idea con el mundo exterior, para volver realidad el presente. Sin embargo, muchas veces es el ego, en especial cuando él está en control de la mente, el que se apodera de la idea, dejando a un lado la intervención del Ser.

En ese nivel del ego, existen cosas y explicaciones producto de los hábitos, tales como la incertidumbre, la perplejidad y las preferencias, debido a que el observador no considera ser lo suficientemente potente o responsable, como para ser el creador de su propia realidad y delega la responsabilidad de serlo a un supuesto ser superior nominal.

Lo imaginado, considerando que así cumple con su papel. general, la personalidad vive en medio de la oscuridad, porque difícilmente se pone en contacto con la luz proveniente del Espíritu o Mente Suprema Consciente o el ‘Yo Soy’ y que dada esta razón, en su ambular se confunde ante los caminos a seguir, ya que por cuenta de su discernimiento, cae casi siempre en un orden caótico, pues piensa de manera incompleta y por ende, actúa mal, todo, porque elige erróneamente, o se aferra a la materia dándole un poder inusitado, o porque coloca toda la atención por fuera de sí misma, provocando entonces enfermedades, accidentes, confusión , locura y muerte.

El Ego sólo actúa en estado de vigilia, esto es, cuando se está despierto, pues el subconsciente toma posesión del ser cuando entra en estados de adormecimiento. Vale aclarar que mientras se duerme únicamente opera la mente egotista, subconsciente o alma.

Para otros, es el interpretador del Yo carnal, dotado de personalidad en la tercera dimensión, el cual, se manifiesta por medio de los conceptos enseñados por los padres, la cultura, la sociedad y la religión. Es el reflejo latente de la expresión de la actitud general heredada, la misma que toma el individuo en su diario vivir y que se basa en la adaptación de una serie de creencias sean propias o ajenas

Pero sólo a medida que se observa la vida y se comienza a ver el vínculo entre los pensamientos y las experiencias, es posible convertir al pensador en un Ser, con deliberación intencional.

El ego, en su lucha por la individualidad, opone resistencia, se separa del espíritu y genera dramas personales y en ciertos casos, actúa de forma voluntariosa.

Seducido el hombre por sus deseos, emociones y ego, se convierte en esclavo de convencionales exigencias corporales, de lujo, poder y religión, desequilibrando la vida con excusas psicológicas. Es entonces cuando comienza el reino de la miseria y la confusión.
El ejemplo crucial de la mala actuación del Ego, se acredita a Lucifer, Ser que obtuvo el rango de arcángel y cayó de su estado de gracia por ambición, orgullo ególatra y desobediencia a las leyes de Dios.

Lo que mal sucede resulta de cuando el Ego está es muy crecido, allí, se nubla la capacidad de acercamiento a la Conciencia Eterna y es entonces cuando el alma pierde su rol de observadora al confundirse con el Ego, pasando a creer categóricamente que aquello que ve afuera de la ventana, es lo único real.

Casi todos los grandes maestros hablan al respecto y muchos sostienen que para educarlo hay que someterlo. Parece que controlarlo es suficiente, pues casi que no hay ni que tocarlo, aunque si tenerlo en cuenta y vigilarlo de cerca, es más, por medio de un adecuado discernimiento, es posible convertirlo en un invaluable aliado del Ser.

El ego es lo que es y aquello que en realidad no es, depende de la actuación del observador, resulta ser algo así como lo que se aprecia como el aroma de las plantas o el sonido del corazón, aparecen y desaparecen a cada instante haciendo un sonido diferente, si, algo así es el ego.

No se puede partir del hecho de considerarlo como una ilusión, si bien es un producto de la mente, no se puede siquiera decir o afirmar que no existe, él es holograma, es imagen, es proyección, está presente en la mente y es allí donde ha reinado, así que sería iluso afirmar que no es, o que es nada, pues al final: ‘La nada, nada es’ una vez el observador ha logrado establecer una conexión con el ser consciente o conciencia eterna, el Ego ya no sabe dónde meterse. Por eso, no se recomienda luchar con él, sino por lo contrario llevarlo a ser parte activa de la denominada: ‘Pura Conciencia Creadora’.

Ser que se conecta con el Espíritu o Yo Soy de la séptima dimensión, cuenta con el saber y la luz suficientes para comprender quién es en verdad y así, logra acelerar su frecuencia vibratoria, evento que le facilita ascender hasta los planos superiores de consciencia.

El libre albedrio, es el don divino dado por el principio único de la existencia, para entrar a decidir y a centrar la atención ya sea en los campos de la materia o del espiritualmente subconsciente, es tomada como el alma vigente en la quinta dimensión, en ella se guardan todos los conceptos y creencias provenientes de la experiencia ganada en esta vida y en vidas pasadas, allí, se guardan los votos y compromisos adquiridos con gran poder en vidas anteriores y entre esos votos pueden existir, la castidad, la pobreza, el aislamiento, la muerte. Si conscientemente no se revisan éste tipo de votos y compromisos, difícilmente se podrá salir del reino de sus opuestos como son: la pobreza, la soledad y la muerte.

Los opuestos marcan cada extremo del comportamiento humano y genera la dualidad, pues cada comportamiento terminal conlleva sus propias características. El frío entume, el calor sofoca, la soledad aísla, la multitud agobia, la pobreza lastima, la riqueza enceguece, el fracaso duele, la fama trastorna, la enfermedad mata, los defectos y los errores producen juicios y ansias de revancha, aún lo perfecto, produce envidia, celos y pasiones.

Si se está quieto hay desesperación, si se está inquieto aparece la zozobra, cuando se margina hay tristeza, ante la adulación se cede, si se está lejos se extraña y añora, si se está cerca se pelea y enfada. Siempre hay un inconformismo latente.

La sombra y la oscuridad aterran, mientras la luz y la sabiduría deslumbran y hasta se ven inalcanzables.

El individuo se defiende del todo y de manera constante, pues siempre hay una aparente insatisfacción y aun cuando no se ha venido a colmar las ansias, tampoco se sabe cómo ser felices. Sin embargo, se debe apreciar que en esta etapa de la evolución, el observador no ha venido a triunfar ni a fracasar, sólo a experimentar. La facultad de ser creador, mira la dualidad, los opuestos y los complementos, todo en una misma historia que hace creer que realmente se desempeña el papel que se interpreta y de hecho, cada uno se lo cree sin siquiera entrar a cuestionar el trasfondo de su actuación.

Cada ilusión hace pensar en forma dual, mientras el ego engaña, creando una ilusión distorsionada que enfrenta los extremos y en consecuencia los conduce a propiciar conflictos.

El actor ha venido encontrar su divinidad interna de creador, esta vez, ubicado en la tercera dimensión y concentrado en el ahora, esto resulta ser de por sí, lo más interesante y retador. El desafío está en el proceso de la evolución del trabajo necesario para descubrir y hacer frente al despertar interno.

Despertar, es armonizar esas partes en conflicto e integrarlas, más no necesariamente como buenas, ni como malas, ya que ellas son sólo parte de lo que son. Ningún hombre vive exclusivamente para sí, puesto que toda cosa viviente, está unida con lazos indisolubles a todas las demás cosas vivientes.

El hombre, debe estudiarse a sí mismo y una vez lo haya hecho suficientemente bien, lo siguiente que debe hacer, es repasar lo estudiado sobre sí mismo, una y otra vez sin descanso.

Aquel que felizmente conoce su ego inferior, conoce el reflejo ilusorio del mundo y reconoce entonces que todas las cosas son transitorias; mientras que quien conoce a su ‘Yo Superior’, conoce el principio único de la existencia eterna y así, llega a saber todo aquello que nunca cambia.

La sabiduría y la iluminación consisten en que nada deslumbre, ni aterre, espante o inquiete al observador desprevenido.

El conocimiento de lo exterior, es un vivo, aunque parcial reflejo de lo grabado en el mar interior de la consciencia individual. En la medida en que la evolución progresa, el ego tiene la facultad de establecer más y más formas de pensamiento concretas Entonces, se esfuman para siempre las contracorrientes del ego y la retribución no se hace esperar.

Sin embargo, siempre se debe recordar que el ego habla mucho y calla poco, por lo tanto conscientemente se debe silenciar. Producto del cúmulo de tales pensamientos, se crea el fortín de operación del ego.

Corresponde entonces ir más allá del pensamiento por medio de la observación, esto es, se debe asumir activamente el papel del testigo que mira desde afuera el acaecer. Por lo tanto, simplemente se trata de observar los pensamientos, sin entrar a juzgarlos, sin condenarlos o sin darles mayor importancia, eso sí, asumiéndolos con un total desapego y dejando que fluyan sobre los registros archivados en la mente, no sólo la actual, sino la genética.

El egoísmo trae peores consecuencias kármicas a partir del consumo innecesario de energía, la búsqueda sólo de placer u otras cosas que se relacionan con el interés del ego, del ego puro.

No puedes guiar el viento, pero si es posible cambiar la dirección de las velas. Proverbio chino.


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martes, 14 de octubre de 2014

EL EGO (I)



EL EGO (I)
El ego, es un mono que salta a través de la selva totalmente fascinado por el reino de los sentidos, que cambia de un deseo a otro, de un conflicto a otro, de una idea centrada en sí misma a la siguiente. Si lo amenazas, realmente teme por su vida. Deja partir a ese mono. Deja partir los sentidos. Deja partir los deseos. Deja partir los conflictos. Deja partir las ideas. Deja partir la ficción de la vida y de la muerte. Permanece simplemente en el centro, observando. Y después olvídate que estás en él”. Lao Tsé.

Si bien las enseñanzas védicas indican que hay un Ego Divino que es el profundo conocimiento de la verdadera individualidad, esto es, la Presencia del ‘Yo Soy’; o el Yo Superior del hombre, para el criterio práctico de la cultura de occidente, es mucho más conocido y reconocido el concepto del ‘Ego Humano’, marcado por la constante presencia vivencial de la actuación de la mente, la que a la vez conlleva la relación cuerpo-mente.

En un breve intento de definición, la palabra Ego proviene del latín y significa ‘Yo’, que se asocia con la conciencia en el hombre, la cual manifiesta su profunda identidad del “Yo soy Yo”, o sea, traduce el sentimiento interino de la cualidad o condición del simple “Yo soy”, de donde parte el axioma fundamental de la filosofía hermética, que expresado en latín dice: Ego sum qui sum, o sea, “Yo soy, el que soy”.

La filosofía esotérica enseña la existencia de dos egos en el hombre: el mortal o personal, y el superior, divino e impersonal. Al primero le asimila con la “Personalidad”, y al segundo, le asocia con la “Individualidad”.

El ego superior o interno para los vedas, es el Manas o “Quinto Principio”, corresponde a la individualidad permanente que reencarna, considerado el ‘Ego divino’, impersonal, individual e imperecedero, ya que permanece en estrecha unión con el Manas o principio mental, sin el cual, no es Ego en modo alguno, sino sólo, es el vehículo del alma o Âtman.

Así que ‘egoidad’, voz derivada de la palabra Ego significa ‘individualidad’, más nunca “personalidad”, ya que su sentido preciso, es contrario al de “egoísmo”, que es la condición distintiva por excelencia, de la personalidad.

Por su parte, el Ego inferior o personal, al que se hace asidua referencia en la cultura occidental, habla del hombre físico en unión con su Yo inferior, esto es, contempla las pasiones, los deseos y los instintos animales, que obran por medio del cuerpo físico, sombra, su fantasma o doble, y al que se refiere preferentemente la exposición que se presenta más adelante.

La característica básica del ego personal, es el egoísmo, asemejado al inmoderado y excesivo amor que cada uno tiene a sí mismo y que hace atender únicamente sus propios intereses, sin cuidar debidamente del bien ajeno.

Empero, algunos confunden el egoísmo con el egotismo, en lenguaje corriente. Se da éste último nombre, a la costumbre de dar excesiva importancia a lo concerniente a la propia persona, aunque en realidad, significa tener plena conciencia de la confluencia del ‘Yo’, tanto del ser personal, como del espiritual.

Para mayor claridad, Egotismo es entonces, el principio en virtud del cual se adquiere el sentimiento de la propia personalidad; incluye al Yo espiritual, esto es, el ente que obra, goza, sufre, etc., refiriendo todas las acciones reflejas inherentes al Yo, incluido ese ente que permanece inactivo e inmutable, como un mero espectador de todos los actos de la vida.

Ahora bien, para el ego personal, las creencias son la alimentación de la mente, que se nutre con toda aquella información disponible, para luego procesarla, en especial sobre cómo funciona la realidad, cómo el observador se percibe sí mismo y sobre el modo cómo él cree, que es el Ser Superior.

Ellas hacen que el conjunto de todo aquello concebido, se convierta en el flujo de las emociones recreadas por la vida y que suceden alrededor de cada uno, las cuales se reflejan en sentimientos positivos o negativos. Estos a su vez, inducen hacia la generación de pensamientos optimistas o pesimistas, los mismos que determinan que el tipo de decisiones que se toman, sean estas acertadas o equivocadas.

Es decir, en el fondo, son las creencias las que determinan si se es feliz o se vive frustrado.

Componen las creencias, toda esa mezcla de informaciones falsas y verdaderas, que incluyen dogmas, desinformación, propaganda y limitaciones mentales, las que están implantadas en el subconsciente y en realidad determinan la clase de personalidad y el carácter individual, puesto que ellas influyen en las decisiones, que al igual, marcan las conductas.

Son dichas convicciones, las que filtran, modifican, rechazan o reprimen, la suma de aquella información que busca llegar hasta lo profundo de la consciencia. En su trasegar, su interpretación distorsiona la percepción que se tiene de la realidad y por tanto, crean un modelo individual deformado de la manera cómo se presenta la obra de la vida, en el tinglado de la existencia.

Las creencias, han sido implantadas en la mente, a partir de la información recibida desde la más tierna infancia, permanentemente alimentadas por las herencias recibidas a través de las cuatro fuerzas básicas de correspondencia del aprendizaje.

En primer lugar, de las características y limitaciones que se heredaron desde el lugar y momento de nacimiento, de la religión predominante, de la cultura, del entorno, de la organización social y económica, las cuales a su vez, determinan las normas y leyes morales que el sujeto asume como propias.

En segundo lugar, de las creencias implantadas por los padres y relacionados más cercanos, que en general, que son las mismas que ellos heredaron de sus propios padres y de todas las generaciones anteriores, así que todo aquello, determina las ideologías asumidas sobre aspectos como la soledad y la compañía.

En tercer lugar, se alimentan de la herencia provista por la línea genética, la cual determina las características físicas, motrices y funcionales del organismo, así como las capacidades físicas, de inteligencia, el razonamiento y la intuición, de modo que esto afirma las certidumbres y concepción que sobre la salud y la enfermedad corporal, asumida por cada individuo.

Por último, se nutre de los recursos heredados por el simple hecho de nacer en el seno de una familia, tribu y sociedad, evento que al final determina la capacidad de manifestación, el linaje, la clase social y económica asociadas, lo que por ende, define las creencias predominantes sobre los conceptos de escasez y abundancia.

Como se indicó, éste tipo de información resulta implantada desde la niñez, de forma moldeable e inconsciente y sucede en momentos, cuando aún el individuo resulta incapaz de discernirla, y por tanto, es aceptada sin condicionamiento alguno, ello es reforzado con el hecho que la información proviene de los seres queridos, aceptándola toda como verdadera y sin discusión.

Pues bien, ya como adulto, la función pensante del observador le debe inducir a verificar por medio de mecanismos de prueba y error, si el cúmulo de la información recibida, que es la misma que fundamenta la identidad, el carácter y la visión de la realidad, es en realidad falsa o verdadera.

Se puede discernir al respecto, sólo si se reflexiona sobre los resultados que ellas producen en el funcionamiento de la vida, al comparar si las decisiones que se toman en el día a día, están fundamentadas en el sistema de creencias heredadas o no.

Si los resultados que se obtienen son de conflicto, causando pérdida de energía vital, enfermedad, depresión o sufrimiento, entonces, esa información que se creía verdadera, es realmente falsa, puesto que sólo lo falso, genera sufrimiento.

Por lo contrario, si los resultados que se obtienen son de armonía, abundancia, salud, buena compañía, paz interior y gozo, se puede tener la certeza que la información que se utiliza como base para la toma de decisiones y que marca la conducta, es verdadera, puesto que sólo lo verdadero, genera armonía.

Empero, las creencias, son las fundaciones que conforman el ego, ese pequeño cretino, egoísta e inquieto parlanchín, que acompaña a todos los seres humanos.

El ego, es el fundamento de la personalidad, que incluye todos los factores temperamentales, familiares, sociales y culturales adquiridos. Es la parte del ‘Yo’, que más permite ser identificada por el individuo, aun a costa de dejar por fuera del baile, otras partes del Ser que no se reconocen, o que permanecen en estados inconscientes, las que en general integran, aquello que en un argot popular, se conoce como ‘sombra’, como se verá más adelante.

A nivel psicológico, la personalidad, se forma gracias a la memoria. Es la memoria de todo lo hecho y vivido, la que forma la imagen de sí mismo. Y para construir esta ‘máscara’, que no es otra cosa que el significado implícito de la palabra “persona”, desde niño se abandona la natural espontaneidad, para amoldarse a aquello heredado que se considera correcto, eventos que suceden a partir de las enseñanzas impartidas por el medio social.

El ego es la ventana holográfica que por medio de su peculiar modo de ver, interpreta el ambular del mundo exterior, convirtiendo una cualidad por cuenta de la dualidad o de su simple interpretación.

Pero igual el observador puede rebelarse a ello, puesto que la identidad puede consolidarse en muchos sentidos. Esa identidad a la que se llama ‘Yo’, no es más que el ego, que desde afuera aparece como una entidad única, pero que por dentro, responde a una maraña de pugnas, donde pujan diferentes y altisonantes voces en conflicto, que luchan todas por ejercer el control.

Sí, ‘el control’, es el poder que fundamentalmente persigue detentar el ego, pues él resulta desesperadamente necesario para que imaginariamente no se sucumba ante tantos y tan numerosos enemigos internos y externos.

Se trata naturalmente de una batalla perdida antes de siquiera iniciarla, puesto que el hecho de pretender controlar lo que sucede, es una ilusión, y además, aquel que pretende controlar, también es un iluso, ya que en el fondo, sólo es la representación temporal de un personaje que ha estado desde siempre destinado a desaparecer, circunstancia que sucede indefectiblemente, una vez acabe la función, baje el telón y sobrevenga la muerte.

La enfermedad, al igual que la pobreza y la soledad, son correspondencias del debido proceso de aprendizaje, las cuales generan experiencias de sufrimiento y depresión. Cuando se busca dejar de sufrir para encontrar la felicidad, se inicia un proceso de indagación sobre las causas que generan tal situación, ello con la idea de intentar encontrar el modo en que no se repitan, y es en ese proceso, cuando se encuentra que todas las causas posibles, reposan en la mente.

Las conductas ácidas y el egoísmo, son un modelo equivocado de cómo funciona la realidad, es desde allí, cuando el observador toma una visión distorsionada de sí mismo y de la carencia de su propio poder, situación que destruye la auto estima y la confianza interior, lo cual al mismo tiempo, genera hábitos auto destructivos, visualización negativa y sobre preocupancia por el futuro, que son acompañados por sentimientos negativos, pensamientos auto destructivos, comida malsana que genera enfermedad, pretensiones de cambiar a los demás, critica implacable de los amigos y seres queridos, todo como resultado de una mente estancada en el pasado, o de estados de culpa, vergüenza, tristeza y pena, entre otros muchos.

De esta manera, al reflexionar sobre los resultados que se obtienen, por medio del mecanismo de prueba y error, se puede acumular un suficiente grado de comprensión sobre los factores que crean orden y no caos en la vida.

“El ego personal, es el actor protagónico de la ‘mascarada’ que continuamente se presenta en el teatro de la vida humana Sinned Norbeh.
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Autor: Daniel García Vanegas.
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