martes, 28 de octubre de 2014

El Ego (III)

“Los oídos no sirven de nada a un cerebro sordo”. Proverbio árabe.

El individuo por humilde que sea, siempre lleva consigo su propio ego, ello, como parte de la noción mental de representación que cada uno tiene de sí mismo. En todo caso, se debe tener claridad, pues una cosa es disponer de un ‘Yo’ y otra, es llegar a tomar plena consciencia de la existencia de ese ‘Yo’, ya que al fin de cuentas se deben reconocer sus actuaciones, anticipando las posibles consecuencias producto de la dinámica de las mismas.

Pues bien, es el ego el que define la serie de contenidos mentales con los que se identifica el individuo. Los representa como una imagen que dibuja ante sí mismo y a partir de ella, lo pretende hacer frente al mundo que lo rodea. Su real funcionamiento, obedece a la evolución mental asociada con el pensamiento lógico, consciente y racional que está a cargo del aparato neural, el mismo que tiene la capacidad de reconocer el fenómeno del ‘tiempo extendido’ esto es, delimitar el amplio marco dado por el reconocimiento simultaneo de lo pasado, lo presente y lo futuro.

Se destaca que a través del tiempo, tanto el uso del pensamiento consciente, de la percepción y de la expresión, llegan a objetivar el ‘Yo’, hasta crear el cuadro de la propia identidad consciente, la cual incluye la auto-imagen de todo aquello que el individuo cree ser, estableciendo claramente las fronteras entre el Yo y lo otro. Mientras tanto, dicha visión apreciada desde la óptica de los demás, resulta ser parte del esbozo, tanto de la silueta individual, como de su sombra.

Por causa de su naturaleza, el ego antepone la satisfacción de sus propios intereses, ya que debido a su falta de empatía, no asume el papel de ningún otro. Por un lado, ello es una muestra de autonomía e independencia, más por otro, marca una carencia de solidaridad con los demás. Por tanto, representa la tendencia a la rebeldía, al desafío, a la osadía y al atrevimiento, pues posee aquella fuerza y energía que impulsa al observador a probarse a sí mismo, mientras sus impulsos se expresan en forma de auto-afirmación y emancipación.

Empero, el ego en su condición de inmadurez, es narcisista, autoritario y desafiante. La imposición de su voluntad la acompaña con la práctica de la ‘Ley del más fuerte’. Por tanto, persigue una serie de prototipos de prohombres, seres sobrenaturales, dioses mitológicos, héroes y superhéroes que batallan todos por la dominación, la inmortalidad, la divinidad y el poder.

Asimismo, al ego le fascina mantener el control, dominar, acomodar todo a su gusto y al no aceptar errores, se siente perfeccionista, pues quiere tener siempre la razón y no es capaz de tolerar la incertidumbre. Esto sucede puesto que el ego conlleva un sentido derivado de una limitada apreciación de sí mismo que nace del proceso de auto-justificación, el cual precisa identificarse con el mundo percibido a través de la ventana exterior. Además, necesita ser promovido y alimentado en su papel de protagonista de una manera constante que a su vez se identifica con el mundo exterior.

Las identificaciones de socialización más comunes que son propias del ego, tienen que ver con aspectos basados en el protagonismo como son: las posesiones, el tipo trabajo que se hace, el nivel social y el reconocimiento. Lo forman además el grado de conocimiento, la educación y la apariencia física, para entonces, lograr acumular los dones, virtudes y las habilidades y destrezas especiales que establecen las relaciones, la historia personal y familiar, junto con todos los sistemas de creencias.

También a menudo se relacionan con el seguimiento ciego de ciertas identificaciones tales como: políticas, nacionalismo, condiciones raciales, religiosas y muchas otras de carácter colectivo, de las cuales, ninguna de todas ellas y sin excepción es el verdadero Ser.

El ego, es perseguido y permanece hechizado por los nombres y las ideas, pero la verdad sutil, es que tanto el mundo como la partícula son lo mismo, no corresponde a que el uno es muy amplio y la otra es muy pequeña. Cualquier cosa, es igual a cualquier otra cosa. Los nombres y los conceptos sólo bloquean la real percepción de la gran unidad. Por tanto, es aconsejable ignorarlos.

Para el ego, el momento presente prácticamente no existe, pues sólo considera el pasado y el futuro lo que invierte el objetivo del Ser espiritual haciendo que la egotonía en la mente sea disfuncional. Por su parte, el ego dice que el mundo es enorme y que son diminutas las partículas que lo forman. Cuando las diminutas partículas se juntan, aparece el mundo entero, más cuando se dispersa el vasto mundo, entonces el ego argumenta que son simples partículas.

Aquellos que viven dentro de sus egos, están constantemente confundidos y desconcertados, luchando frenéticamente por conocer si las cosas son grandes o pequeñas, o si existe un propósito para juntarse o dispersarse; pretende dilucidar si el Universo es ciego y mecánico o si corresponde a la creación divina de un ser consciente.

Todo desvío de la ley cósmica, como resultado del ejercicio del libre albedrío, deriva en algo errado, en lo que comúnmente se denomina pecado. Se trata de un sentido de separación de los principios morales, convertido en la mayor tragedia de la experiencia humana. Es un sentido de existencia personal aislada y egocéntrica, contrario a la ‘Verdad del Ser’ que dice: ‘Todo es Uno’.

Sostiene Fernando Malkún en su artículo de ‘Resonancia’, publicado en su página blog que durante 13.000 años la humanidad desarrolló el Ego, dando prioridad al funcionamiento del hemisferio izquierdo o masculino, el cual incluye la individualidad, el egoísmo, el materialismo.

Los contravalores muestran la otra cara de la moneda del comportamiento del ser humano y están regidos por conductas socialmente rechazadas, sea por negativas, erradas, inconvenientes, inmorales o sin escrúpulos, las que se oponen a los sanos principios de la moral y la ética, de forma que generan desconfianza, desprecio y rechazo, por parte de los demás, inclusive llegan hasta ser castigados, por parte de las normas sociales.

La deshonestidad, la deslealtad, el egoísmo, la injusticia, la irresponsabilidad, la intransigencia, la intolerancia y la traición, son unos pocos ejemplos, de aquellos considerados, malos comportamientos originados en el ego.

Paradójicamente, la condición del ser humano, atrae al individuo hacia lo perecedero y lo hace cautivo en muchas trampas, entre ellas, la de la ignorancia, la codicia, la vanidad, el egoísmo, la lujuria, todas seductoras confabulaciones que lo alejan del camino correcto y que a la larga, le inducen hacia la desviación o a la desprotección, y por ende, lo conducen a la pérdida de la debida dirección hacia el sendero correcto.

Lamentablemente, se vive a la sombra de una civilización fundamentalmente egoísta, encausada hacia el bienestar material individual y dentro de una comunidad que aunque desea el despertar espiritual por muchas razones, no logra inscribir el conocimiento respectivo, dentro del marco formal de las ciencias; por tanto, aun cuando siente el llamado del alma, aún no ha encontrado una real manifestación que le permita imprimir el conocimiento espiritual, como una parte fundamental y definitiva de la educación formal y consciente del hombre.

Todo lo que suele suceder, le concierne y corresponde exclusivamente al cuerpo físico. Por lo tanto, el desarrollo el hombre a partir del error y el miedo, ha dado lugar a un aspecto fragmentado de la personalidad, hoy conocida como ‘Ego Humano’ que funciona casi estrictamente para gratificar los sentidos físicos.

Esa conciencia restringida ha conducido hacia las ilusiones de temor, carencia, limitación, enfermedad, egoísmo, guerra, odio, vejez y de muerte física, tal como en la actualidad se perciben, además, se hizo propicia la tendencia de alimentar la corrupción y el engaño, así como todos y cada uno de los males endémicos que por centurias se han manifestado en la Tierra.

Además la egolatría, hace pensar que se puede obtener conciencia e iluminación total sin disciplina y sin práctica apropiada. Sin embargo, son los rituales adecuados, los mismos que en consecuencia, generan el perfeccionamiento del alma y permiten canalizar las emociones y la energía vital hacia la luz.

Empero, se debe llegar a identificar la necesidad de desterrar del alma el egoísmo y todas las demás manifestaciones con él asociadas, tales como la codicia, ingratitud, avaricia, envidia, egolatría, ambición… pues al estar encerrado en sí mismo, el espíritu se torna duro y egoísta porque sólo se ocupa de sí mismo

El secreto de la vida es "morir antes de morir" y descubrir que no hay muerte. Eckhart Tolle.

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 Fuente: Mi libro: “UN SENDERO A LONTANANZA”.
Registro de Propiedad Intelectual DNDA: 10-427-242
Autor: Daniel García Vanegas.
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