martes, 8 de marzo de 2016

LA ASTROLOGÍA (10)


LA ASTROLOGÍA (10)

“Luego de pasar alrededor de siete mil años de evolución del conocimiento, intercambios de creencias e interpretación científica de la astrología, no resulta sencillo imaginar la inmensa cantidad de cambios que se han presentado en la estructura y en orden de los regentes asignado caso por caso, según haya sido determinada la conveniencia de cada pueblo y de cada momento histórico de la época en cuestión”. Dennis Heron.

La astrología se acomodó y sobrevivió a la eclosión de la ciencia, adaptándose en la medida en que por ejemplo, se fueron descubriendo nuevos planetas en el sistema solar, a los cuales en un momento dado, se les adjudicó nuevas regencias.

Entre todos los movimientos de asignación de dioses y funciones, el nombre de Júpiter presenta conflictos por ser la deidad que no aparece comandando al planeta que lleva su nombre, puesto que a la vez se asocia con Zeus, quien para los griegos es el dios supremo del Olimpo y quien rige al astro Sol.

Yendo por curiosidad a la parte semántica se ve que es a partir de la palabra ‘Pater’ que se llega al dios egipcio asociado con el Sol o fuerza invisible, proveniente del gran ‘Ptah’, expresión de donde se derivan las palabras Pitar y Pateras que significan ‘padre’. Así por ejemplo, ‘Zeus Pateras’, es el ‘dios padre Zeus’, término del que a su vez, toma su nombre de la versión india: ‘Dyaus Pitar’.

Por tanto, la palabra india ‘Dyaus’, se convirtió en ‘Deos’ => ‘Deus’ => ‘Dios’.

Entonces ‘Zeus Pateras’, tal como ‘Dyaus Pitar’, significan: ‘Dios Padre’, un concepto muy antiguo que supera por muchos siglos el uso de la palabra misma que se ha tomado por cuenta de cualquier otra creencia cultural o religiosa, incluido el cristianismo.

En ese tránsito, más adelante para la mitología romana ‘Dyaus Pitar’ o ‘Zeus Pateras’, se convierte en ‘Júpiter’ y del mismo modo, su significado resulta más representativo, allende de un personaje mítico, omitiendo en mucho cualquier relación con el planeta en sí.

Al intentar rescatar lo que ha sobrevivido de tantas y tantas modificaciones, el observador aplicado se encuentra hoy con una estructura que es el producto final de la tardía aunque muy marcada influencia del Imperio Romano, estructura de donde surgen las asociaciones más conocidas y aceptadas posteriormente.




Sin intentar pretender que lo que antes se presenta sea un resumen estricto o riguroso, si muestra un resultado o un simple registro más, del continuo proceso de la forzada evolución de la astrología.

Al repasar ciertos hechos se retoma que Julius Caesar fue venerado como, "Dios hecho manifiesto y Salvador universal de la vida humana”, mientras su sucesor Augusto, quien nominó el siguiente mes, también fue llamado el "Dios ancestral y Salvador de toda la raza humana”. [1]

Así, antes de la incorporación del calendario juliano introducido oficialmente por Julio César, el pueblo romano utilizaba diferentes calendarios lunares, con diferente número de meses y variadas duraciones del año en su mayoría divergentes. Además para celebrar la llegada de cada nuevo año, no eran en absoluto ajenos a las supersticiones y a las rogativas a los dioses, por lo tanto, llevaban a cabo diversas liturgias para celebrar la entrada de cada año siguiente.

Se bañaban y realizaban todo tipo de purificaciones y se dedicaban a limpiar a fondo sus casas, a verter agua bendita en los rincones del hogar, cambiaban los muebles viejos, o intentaban simplemente limpiar su consciencia.

Sin embargo los antiguos romanos despedían el año en una fecha distinta a la actual, ya que consideraban que el primero de enero no se producía ningún cambio en la naturaleza que pudiera advertir el inicio de un nuevo ciclo, la fecha no era ni astronómica ni estacional sino simplemente de orden político, pues Jaunus era el undécimo mes del año, época cuando los cónsules asumían el período de gobierno.

Para ellos, martius era el primer mes del año, así que recibían el ‘año nuevo’ a la entrada del mes inaugural de la primavera que corresponde al actual Marzo, adoptado en honor a Marte dios de la guerra, precisamente porque era cuando se decidían las campañas militares que se iban a emprender ese año. Los idus de marzo, eran días de buenos augurios que en el antiguo calendario romano comenzaban el decimoquinto día del mes de Martius.

Los romanos solían invocarlo al inicio de una guerra y mientras ésta durara, las puertas de su templo quedaban siempre abiertas. En épocas de paz su santuario permanecía cerrado.

En la transcripción textual de una conversación entre el poeta Ovidio (año 43 a.C.-17 d.C.) dirigida al dios Jano, ejemplifica los regalos que los romanos se hacían en año nuevo: “Intercambiaban monedas cubiertas en oro impresas con el retrato de esta divinidad y alimentos dulces como dátiles, higos, nueces o miel”.

También permanecen vestigios de felicitaciones por estas fechas, como una especie de carta conservada en una tablilla de madera procedente de un fuerte de la muralla de Adriano levantada en Britania.

Por cuenta de Jano o Janus en latín se dio nombre castellano a enero, quien fue uno de los dioses de la mitología romana, quien tenía dos caras que miraban siempre en direcciones opuestas, y cuyo nombre fue adoptado para designar al controvertido primer mes del año;

Resulta llamativo ver cómo este dios con dos caras opuestas, representaba el paso del tiempo. Su dualidad le permitía, observar con un rostro el pasado; y con el otro estar atento al futuro. Como dios de los comienzos, se invoca públicamente el primer día de enero o Ianuarius.

Ya se indicó que al regreso a Roma de Julio César, procedente de Egipto trajo, entre otras novedades, la propuesta de modificación del calendario tradicional que se utilizaba hasta entonces.

El César quedó más que admirado de la precisión que mostraba el calendario egipcio, basado en el estudio del movimiento del sol, utilizado para medir el paso del tiempo, por lo que decidió establecer un nuevo calendario de doce meses con la ayuda del matemático griego Sosígenes.

Lo implantó hacia el año 45 a. C. y tomó el nombre de Juliano en su honor. La reforma convenía que el año se constituía en 365 días, así como de meses de treinta y de treinta y un días, además procedía a descontar dos días al mes de febrero porque éste se consideraba un mes de malos presagios.

La adaptación ajustaba las estaciones y las fiestas romanas, justo con el momento astronómico en el que ellas sucedían. Dos años después, se decidió en Roma que todos los años tuvieran 365 días, y que cada cuatro años se contabilizara un total de 366, denominados bisiestos, porque en ellos los romanos agregaban un 24 de febrero.

Según el cómputo del paso del tiempo, el 24 de febrero era conocido como ‘día sexto’ antes del advenimiento de las festividades o calendas de marzo, de forma que, un mes después, esto es, el 24 de marzo al ser repetido el día faltante, se llamaría ‘bis sextum’.

Para ese entonces no se contabilizaban las semanas. El más habitual calendario rústico romano establecía la duración del año en 304 días, distribuidos en diez meses, cuyos desfases se reajustaban el último mes del año, esto es, a través de criterios políticos y no astronómicos, como por ejemplo, con la intención de adelantar o retrasar las votaciones.

El cónsul Marco Antonio realizó algunas modificaciones sobre el calendario juliano, lo que a su vez hizo el emperador Augusto en el año 8 a. C.

Más tarde el emperador Constantino implantó en el siglo IV, la semana de siete días, a semejanza del calendario lunar que empleaban los mesopotámicos.

Se agrega a éste cúmulo de variaciones, el hecho que hasta el Primer Concilio de Nicea, la aristocracia romana le rendía culto principalmente a las imitaciones de dos Dioses griegos, Apolo y Zeus, ésta vez en la imagen de Júpiter, pero luego, un gran volumen de gente común pasó a idolatrar a ‘Julius César’ a quien llamaban ‘Mithras’, versión romanizada de la deidad Pérsica, Mithra.

Se destaca que César fue deificado por el Senado romano después de su muerte y lo veneraban como ‘el Divino Julio’, por cuenta de cuyo epíteto se le asignó el nombre al mes que hoy se contempla dentro del calendario Gregoriano.

Mucho más adelante, los errores que mostraba el calendario juliano se corrigieron gracias a la implantación por parte del Papa Gregorio XIII, del calendario que recibió su nombre o calendario gregoriano, ya sobre el siglo XVI.

La Iglesia, como siempre no tardó en darle sentido religioso a la fiesta de entrada del nuevo año que ya tradicionalmente se celebraba en 1 de enero, y prohibió la celebración de carnavales y orgías durante la Edad Media y los siglos posteriores. Con la expansión de la cultura occidental, hasta el siglo pasado, la celebración del año nuevo adquirió carácter de fiesta universal.

Por cuenta de las prohibiciones, son escasos los restos o vestigios de la astrología, que se pueden encontrar en los manuscritos que sobreviven de los monasterios medievales.

“En razón de la persecución en la zona europea, la astrología quedó prácticamente en nada por cuenta del oscurantismo. Sin embargo hacia el siglo XII, la astrología revive pues su conocimiento se practica en las cortes de sultanes y califas del mundo árabe. Cabe recordar que los astrólogos árabes tienen una fuerte orientación matemática y astronómica”. Bruno Huber.

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Fuente: Mi libro: “UN SENDERO A LONTANANZA”.
 
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Autor: Daniel García Vanegas

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ETIQUETAS: Astrología, zodiaco, horóscopo, almanaque, calendario, mitología, retrospectiva, cosmovisión, tiempo, sumerios, tradición, humanidad, historia.

Namasté…



[1] Smith, Hodmer (1952) El hombre y sus Dioses, Little Brown & Cía., Boston.

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