martes, 31 de mayo de 2016

LA NUMEROLOGÍA


LA NUMEROLOGÍA


Las matemáticas poseen no sólo la verdad, sino cierta belleza suprema. Una belleza fría y austera, como la de una escultura. Bertrand Russell.

Se define como la ciencia o disciplina que estudia la existencia, trascendencia o el significado de lo que se haya oculto en los números. Se supone que a través de su análisis, el observador puede llegar a conocer detalles de sí mismo, tales como el tipo de personalidad con sus virtudes y defectos, la forma cómo se muestra ante los demás, los valores ha heredado de sus progenitores y los motivos que impulsan su aprendizaje entre otras cosas. Sirve de base para establecer una serie de predicciones del futuro o definir ciertos aspectos que resultan importantes durante algún periodo de la vida.
FUENTE: neoteo.com

En éste punto se aclara si, que el alcance de estas notas no pretende para nada involucrar un conocimiento, sino dar un leve acercamiento sobre algunos datos considerados interesantes en la práctica ésta disciplina.

Es así como el estudio de la numerología se remonta a la antigüedad más diversa y remota, la cual se ha conservado en especial, mediante la tradición iniciática aun cuando con alguna frecuencia se asume que los conceptos matemáticos hoy utilizados tienen origen reciente, más no es así.

La realidad es diferente, tal es el caso de una reliquia conocida como el Papiro de Rhind” o “el Papiro de Ahmes”, aforado con una antigüedad de cerca de 3800 años, el cual contiene una recopilación de alrededor de 87 cuestiones matemáticas, muchas de las cuales son lo suficientemente complejas como para que muchos estudiantes avezados sean incapaces de resolverlas.

Escrito sobre un material usual en su época, esto es, elaborado a partir de la pulpa obtenida de una planta acuática muy común en el río Nilo, en Egipto conocida como papiro, su área mide alrededor de unos seis metros de longitud y 33 cm de ancho, además se encuentra en muy buen estado de conservación, por lo que es considerado un verdadero tesoro. Los peritos estiman que el papiro fue escrito aproximadamente unos 1650 años a.C., por un escribano llamado Ahmes.

Lo notable además, es que los conceptos matemáticos que contiene, son aún más antiguos, ya que como el propio escriba lo explica, el papiro es básicamente una recopilación de textos anteriores, cuyo origen se remonta hasta unos 1000 años antes de ese tiempo. No es posible determinar a ciencia cierta la edad de cada uno de los 87 conceptos explicados en el documento, pero todos son de interés para los matemáticos, ya que se incluyen cuestiones aritméticas básicas, fracciones, cálculo de áreas, volúmenes, progresiones, repartos proporcionales, reglas de tres, ecuaciones lineales y trigonometría básica.

La historia reciente del tránsito del documento se remonta a mediados del siglo XIX. En 1858 un egiptólogo escocés llamado A. Henry Rhind visitó Egipto para tratar su tuberculosis y casi sin proponérselo encontró en un mercado de Luxor el papiro que actualmente se conoce como papiro Rhind o de Ahmes. Según logró averiguar, el documento había sido hallado en las ruinas de un antiguo edificio de Tebas. Cuando Rhind falleció cinco años más tarde, a los 30 años de edad, el papiro quedó alojado en el Museo Británico, aunque algunas de sus partes se habían perdido.

Cincuenta años después algunos de los fragmentos extraviados se hallaron en los almacenes que posee la Sociedad histórica de Nueva York y fueron trasladados al Museo Británico de Londres. En la actualidad, el documento se compone de 14 láminas, con un tamaño promedio de 40 x 32 centímetros, agrupados en tres partes. Los papiros EA 10057 y EA 10058 se encuentran en el Museo Británico, aunque no están exhibidos al público, mientras el papiro 37.1784E se encuentra en el Museo de Brooklyn.

La primera frase del papiro es prometedora pues dice: “Cálculo exacto para entrar en conocimiento de todas las cosas existentes y de todos los oscuros secretos y misterios". Y en realidad su contenido le hace franca justicia.

A lo largo de esos seis metros de histórico documento, se encuentran desgranados conceptos claves para la matemática y la geometría, así como una explicación del sistema egipcio para dar tratamiento al cálculo de las fracciones.

Es sabido que los egipcios antiguos operaban con fracciones de una manera ligeramente distinta a la actual, utilizando sólo fracciones unitarias (de la forma 1/n) y formando los números fraccionarios más complejos a partir de sumas. Tal sistema se explica en el documento, junto a métodos para la resolución de ecuaciones de primer grado, progresiones aritméticas, cálculo de áreas de figuras planas, proporciones, progresiones geométricas y muchos sistemas más, entre los que llama la atención una sección dedicada a problemas relativos a la alimentación de ganado y pollos bajo diferentes condiciones. Como se puede ver, ese tipo de cálculos que tanto trabajo costaban en el colegio, ya habían sido analizados y resueltos hace más de 3600 años.

Pues bien, en la disciplina relacionada con numerología, se considera que el Universo entero está influenciado por los números, dado que cada uno tiene una vibración especial, lo que le da un significado y una influencia sobre los seres que habitan en él.

Esas vibraciones se extienden además a las palabras, al valor de las letras que componen los nombres y los de aquellas personas interrelacionadas, de manera que en gracia de su explicación, se ha desarrollado una equivalencia numérica y, por lo tanto, vibratoria que corresponde con cada letra del alfabeto.

De tal suerte, se dice que la numerología no es un dogma, ni una religión, ni pretende atentar contra ninguna organización religiosa. Su aplicación versa sobre una de las muchas facetas explicativas de la armonía del universo y de la sincronización de las leyes de la naturaleza. Posee un código ético de sólidos pilares, cuyo seguimiento resulta obligatorio para todas aquellas personas iniciadas en su tradición que tengan el debido rigor de interpretación.

Por lo tanto, los Análisis Numerológicos de ninguna manera representan la opinión personal de quien realiza el estudio, sino que se basan en un trabajo hecho con la mayor objetividad posible, siguen cálculos aritméticos, tablas de correspondencia preestablecidas y códigos de base exclusivos de esta enseñanza considerada sagrada.

Sus cálculos obedecen términos aritméticos y probabilísticos, más no fatalistas, pues junto con la ley del Orden del Cosmos, existe el libre albedrío humano, por medio del cual todo futuro es susceptible de ser modificado según corresponda al accionar integral, consecutivo y secuencial puesto en práctica por parte de cada individuo en particular y de sus creencias.

Se sostiene que en la numerología no existen números mejores o peores; se parte de la idea que cada número muestra un concepto arquetípico que representa algún aspecto material o inmaterial del mundo y de los humanos.

Resulta interesante estudiar un poco más a fondo la numerología, pues al analizar cada situación y lo que la rodea, puede ser interpretada y relacionada desde diferentes perspectivas por cuenta de un número.

El número cero representa lo que es y no puede ser; puesto que al ser ubicado a la derecha aumenta el valor de lo que le precede y a la izquierda lo reduce. Por esa razón el cero es la nada, aunque también puede ser el todo. Alude el momento antes del inicio del tiempo e incluso después de él. El cero se refiere entonces a lo que aún no es pero que al mismo tiempo puede serlo todo.

Todo número es cero ante el infinito. Víctor Hugo.

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Fuente: Mi libro: “UN SENDERO A LONTANANZA”.

Registro de Propiedad Intelectual DNDA: 10-427-242

Autor: Daniel García Vanegas


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martes, 24 de mayo de 2016

LA NUMERACIÓN MAYA


LA NUMERACIÓN MAYA

“La matemática es la ciencia del orden y la medida, de bellas cadenas de razonamientos, todos sencillos y fáciles”. René Descartes.
En un artículo difundido por Ivonne Sánchez hace algunos días, se habla con mucha propiedad sobre las matemáticas mayas que resultan fascinantes y sin duda aparecen adelantadas a su tiempo[1].
 Destaca que mucho se le reconoce a los números árabes y el invaluable legado que el hecho de cultivarlos, ha dejado en el desarrollo de las matemáticas y demás ciencias exactas que derivan su magia del uso asiduo de esta disciplina.
 Lo que en general muchos no saben es que en otras latitudes, la civilización maya siglos antes, ya había inventado un sistema de numeración propio que de manera notable incluyó el concepto del cero, evento que en su momento les permitió medir el tiempo con suma precisión y en consecuencia, hacer una serie de cálculos astronómicos avanzados.
 Los mayas idearon su propio sistema de numeración como un instrumento básico para medir el tiempo, el cual sirvió además para efectuar variados cálculos matemáticos. Por eso, la estructura de la numeración maya tiene mucho que ver con los días, meses y años, por ser la forma como se organizaba el calendario.

Utiliza tres símbolos básicos para su escritura, son el punto, cuyo valor es uno; la raya o barra cuyo valor es cinco, ello por ser la posición de acumulación de cinco puntos; y el caracol que algunos autores lo describen como una concha o semilla y cuyo valor es cero.

Así representan el peso específico y relativo de los números, Para escribir un número más grande que veinte se usan los mismos símbolos, pero su esquema cambia la interpretación de su valor dependiendo de la posición en la que se pongan. Los números mayas se escriben de abajo hacia arriba. En el primer orden (el de abajo) se escriben las unidades (del 0 al 19), en el segundo se representan grupos de 20 elementos. Por esto se deduce que el sistema de numeración maya es vigesimal.

El sistema de numeración maya, aun siendo vigesimal, tiene el número cinco como base múltiple auxiliar. La unidad se representa por un punto que sirve de elemento acumulativo. Para el diez se usan dos rayas, y se continúa hasta el 19 que es el máximo valor que se puede representar en el sistema vigesimal fundamental.

Éste sistema de numeración es aditivo, porque suma los valores de los símbolos para conocer un resultado. En ningún caso el punto se repite más de cuatro veces. Si se necesita el equivalente a cinco puntos, entonces se sustituyen por una raya. Igual, la raya no aparece más de tres veces. Si se necesitan cuatro rayas, entonces quiere decir que se debe escribir un número igual, pero emplear otro nivel superior de mayor orden.
 La combinación de estas formas puede variar en función de su uso, de modo que los mayas llevaban a cabo operaciones aritméticas, así como las multiplicaciones complejas y sencillas a la vez, puesto que no necesitaban memorizar tablas de multiplicación.
Actualmente la mecánica de las matemáticas mayas es objeto de un detallado estudio, al punto que actualmente existe el proyecto de preparar su candidatura para que sean inscritas como parte del denominado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad de la Unesco.
Luis Fernando Magaña Solís, investigador del Instituto de Física de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México) y miembro de la Academia Mexicana de Ciencias es uno de los principales promotores de ésta iniciativa que busca dar el debido respaldo a ésta disciplina desarrollada hace más de dos mil años.
Un breve repaso permite ver la principal significancia de los números sagrados mayas.
El cero constituye un número básico que se escribe y pronuncia “mih”, más para ellos el cero, a diferencia de la interpretación árabe no representaba la ‘nada’, sino el significaba el ‘inicio’. La civilización maya fue pionera en América al idear el cero. Su concepto resultó necesario para complementar su tipo de numeración, ya que tenían un sistema posicional o un sistema de numeración en el que cada símbolo tiene un valor diferente según sea la posición que ocupa en una escala.

El tres está relacionado con los Tres Mundos Mayas y con las Ox Xik’ub denominadas las tres Piedras del Hogar, que son la representación de las estrellas Alnitak, Saïf y Rigel situadas en la Constelación de Orión; no se trata de las tres estrellas que forman una línea recta o el cinturón, sino de las que están dispuestas formando el triángulo equilátero situado abajo del cinturón; su leyenda considera que ese es un lugar sagrado del cielo, por donde un día, al pasar en su barca el Dios del Maíz, se detuvo para tomar un poco de fuego y lo lanzó a los seres humanos quienes lo colocaron en tres piedras para contenerlo en el suelo. Así pues, las Ox Xik’ub o Tres piedras del hogar que se leen en los jeroglíficos permanecen siempre vivas en el famoso “cobén”, utilizado en las cocinas mayas aún contemporáneas, así, desde un tiempo sin memoria, alegóricamente puede decirse que cuando los mayas cocinan, se unen con el cielo.

El número cuatro por su parte, se relaciona con los puntos cardinales: Xaman, Norte que era de color blanco, el sur Kan K’in de color amarillo, El K’in el Este, era rojo y negro Och K’in, el Oeste, mientras el centro para su cultura resulta muy importante, por ser el cinco la suma de los puntos cardinales más el centro que los une asociado con el color verde.

El siete ha sido un número venerado también por otras civilizaciones, de hecho existen siete tonos musicales, siete colores que se difractan de la luz y cada siete años se renuevan todas las células del organismo; del mismo modo, se podría suponer que el número siete fue utilizado de manera constante por los mayas, sin embargo, no fue así, en pocos sitios se localizan estructuras arquitectónicas, espacios rituales o recuentos epigráficos que mencionen al siete, sólo se destacan en la serpiente que se forma con los “siete triángulos de luz y sombra” dibujados al atardecer de los equinoccios en la balaustrada Norte de la Pirámide de Kukulkan, Chichén Itzá. En esa misma ciudad, aplicado al Juego de Pelota, aparecen siete jugadores ataviados ritualmente, de quienes uno de ellos resulta decapitado y desde su cuello brotan siete serpientes, una de ellas se transfigura en un árbol con flores que representan diferentes Plantas de Poder.

El número nueve se haya íntimamente relacionado con el Xibalbá o inframundo, el cual por cierto, contaba con nueve niveles, en él, las aguas generadoras de vida mantienen su morada, por lo tanto, también permanecen los dioses relacionados con la fertilidad y la germinación. El nueve entre los mayas se representa como un número sagrado que explica otra realidad o dimensión suspendida en una gigantesca medida del tiempo e igualmente se refiere al ciclo de las nueve lunas en que las mujeres detienen su menstruación para procurar la gestación de un bebé. El nueve conlleva la idea de espacios inconmensurables donde habita la totalidad.

El número trece se relaciona con las trece constelaciones que los mayas definieron en el cielo y que transitan del Este al Oeste por el camino de la Eclíptica, se debe recordar que para los mayas, esa banda imaginaria era una serpiente de dos cabezas, que en sus extremos quizás representa al Sol y a la Luna.

El número dieciocho, al ser el doble del nueve, representa el sutil roce con la eternidad en las incontables veces donde por cuenta de su traducción y quizá por ello, el Dios Serpiente de Luz que durante el último periodo histórico maya se nombró Kukulkán, en los jeroglíficos mayas donde se lee que su nombre, se pronuncia Wuaxaklahun Uba’ Chan que significa “las innumerables imágenes de la serpiente”.

“La cultura es la memoria del pueblo, la conciencia colectiva de la continuidad histórica, el modo de pensar y de vivir”. Milan Kundera.

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Fuente: Mi libro: “UN SENDERO A LONTANANZA”.

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Autor: Daniel García Vanegas

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Namasté…




[1] http://es.rfi.fr/ciencia/

martes, 17 de mayo de 2016

LA ASTROLOGÍA (20)


LA ASTROLOGÍA (20)

“Visión sin acción es sólo un sueño. Acción sin visión es solamente ver pasar el tiempo. Visión con acción es el cambo del Mundo”. Anónimo.

En la llamada era de la tecnología y las comunicaciones y en un sutil intento por analizar la posible conveniencia de  pasar a considerar el hecho de cambiar el actual calendario establecido en el mundo moderno y que rige prácticamente a toda la humanidad, conviene decir que resulta imperativo conducir una adecuada implantación de lo que se considera un cambio fundamental y por demás necesario del registro del tiempo, ya que se trata de realizar la revisión de un evento que por cuenta de la ignorancia, indolencia y de cierta manipulación, la sociedad ha venido aplazando esta tarea por cientos de años.

Es de lamentar de manera profunda el hecho que históricamente, el mundo perdió la oportunidad de revisar los claros y avanzados conceptos calendáricos manejados por la cultura maya vigentes al momento del descubrimiento de América, por cuenta de una conquista y dominación adelantada a punta de sangre y fuego de los pueblos sometidos que despóticamente fueron llamados indios, término que acomodado al lenguaje común, significa ‘sin dios’.

En éste punto conviene recordar que un calendario resulta ser el más valioso instrumento para medir tiempo y que como cualquier instrumento de medida, todas sus unidades de magnitud deben ser iguales para buscar mantener el orden natural del tiempo dentro de una adecuada secuencia, elemento de suma importancia para conservar el registro y la memoria de los acontecimientos, tanto en forma de recuerdos, como de cambios de hábitos y el registro del pensamiento y otras formas mentales de raciocinio.

La consideración de establecer un calendario ‘adecuado’, sin duda debería tener en cuenta la relación del hombre con la Tierra, con la Luna, con el Sol, con la Galaxia y con el universo en pleno.

Por ello, las unidades de tiempo que se utilicen deben estar establecidas en función de los ciclos naturales regulares que rigen el planeta y en concordancia, con los principales eventos planetarios que marcan el tiempo, por ahora ya bien definidos con un alto grado de precisión así:

1 Año: Una vuelta completa de la Tierra alrededor del Sol. Se asume como 365 días aun cuando su duración real vista con relación al sol es de 365, 257 días y la duración sideral es de 365, 257, variaciones que son producto del fenómeno de precesión.

1 Mes: Una vuelta completa de la Luna alrededor de la Tierra. En realidad el ciclo se cumple cada 29,5 días lapso necesario para repetir cada fase lunar.
1 semana: Es el lapso de paso de un ciclo lunar, aceptado como la cuarta parte de un mes, sin embargo, los 29,5 días hacen que la semana sea de 7, 375 días solares en verdad.

1 Día: Una vuelta completa de la Tierra sobre su propio eje. Dividido en 24 horas, de 60 minutos y cada minuto de 60 segundos producto del sistema de medición sexagesimal.

No resulta para nada fácil de hacer rimar el año solar con los ciclos lunares pues tienen diferentes duraciones. El año solar de 365 días debería ser compuesto por siete meses de 30 días, más cinco de 31 días, junto con un bisiesto cada cuatro años y un ajuste adicional cada 72 años producto del fenómeno de precesión que causa el desfase de un grado en dicho período.

Igual sucede con el ciclo lunar que debería tener en alternancia un mes de 29 días y otro de 30 asignando entonces meses de tres semanas de 7 días y una de 8, alternando con meses de dos semanas de siete días con dos semanas de ocho. ¿Difícil no?

Pues bien, lamentablemente desde hace centurias y milenios, la humanidad está montada en el uso de una colcha de retazos que al final derivó en lo hoy se llama ‘Calendario Gregoriano’ o de la santería, pues tiene un día asignado a un santo diferente y que en realidad está provisto con doce meses irregulares. De hecho, el calendario en sí y de manera racional, mide aproximadamente una vuelta de la Tierra alrededor del Sol, sin embargo, las unidades de medida de los meses en días no son simétricas, pues se utilizan meses acomodados de 31-30-28-29 días, cuya distribución obedece en particular, a una serie de antiguas decisiones políticas sin ningún rigor astronómico como debería ser.

Gran prueba de éste argumento es que el primer día del calendario es tomado como el 1 de Enero, evento que corresponde a la fecha en que simplemente eran asignados los cargos públicos durante la ya remota y caduca regencia del Imperio Romano, soterradamente heredada por la iglesia.

En cuanto al número de doce meses del año, su aplicación empezó desde hace más de cinco mil años, pues los babilonios y egipcios originalmente montaron sus calendarios sobre mediciones solares divididas en doce partes de 30 días, que junto con un reconocido ciclo de cinco días de ajuste anual, corresponden a la duración que en éste sistema se aproxima en mucho, a la medida del año solar.

Sin embargo, la contabilización tomada de esos treinta días, realmente no corresponde a ningún ciclo natural, puesto que dicho modelo se derivó como directo resultado de la aplicación de la geometría de partición del círculo en doce partes de 30 grados cada uno, con base a la matemática sexagesimal, sin tener en cuenta otras consideraciones.

Se sabe que el antiguo calendario rústico era aún más desfasado, así que en su momento, el emperador Julio Cesar, copiando la costumbre de los egipcios, intentó formular un calendario solar con una medida de 365 días, que si bien derivó en una medida más acertada, no dejó de acomodarse a una versión chueca, tergiversada y desigual, sobre la que lamentablemente, luego fue montado el Calendario Gregoriano de doce meses[1] que ha permanecido vigente desde 1582 hasta hoy.

Para ese entonces y ante la oportunidad de cambio, se consultaron los mejores científicos de la época, quienes se reunieron para trabajar sobre la corrección de un sistema hasta entonces tradicional, pero siempre buscando acomodar el desfase estacional, producto de no haber tenido en cuenta la existencia del año bisiesto, cuya divergencia se manifestaba en el fallido inicio de las estaciones. Derivado del intento de corrección esa falencia, surgió la introducción del 29 de Febrero cada cuatro años y así se aceptó.

Por tanto puede decirse que en el fondo, los calendarios Gregoriano y Juliano son lo mismo en esencia, pues se trata de un calendario acomodado a las malas, por cuenta de la inclusión de dos meses en honor a dos emperadores de manera que por ejemplo, Septiembre, Octubre, Noviembre y Diciembre significan: séptimo, octavo, noveno y décimo, cuando en realidad hoy están en el orden de noveno al duodécimo mes respectivamente.

Pues bien, obedece a una gran estupidez humana usar un calendario desigual, lo cual produce como resultado que el reloj vital se descuadre y además, como si fuera poco, en su confuso diseño se pierde la natural armonía de la secuencia natural del tiempo.

Para muchas culturas el Calendario lunar o de Trece Lunas[2], constituye la más racional norma de medición de tiempo, pues resulta ser mucho más exacto que todos los demás sistemas que hayan utilizado por parte de la humanidad. Éste método de medición sigue de manera muy cercana, los reales ciclos naturales del Sol, la Tierra, la Luna y la Galaxia.

Los meses que se miden con base en el ciclo Lunar, duran 28 días, con cuatro semanas perfectas de siete días cada una. Así, el año se compone de 13 Lunas de 28 días y 52 semanas. Sólo queda un día libre que se llama ‘Día Fuera del Tiempo’ y que corresponde al “Festival Anual de Paz a través de la Cultura”. Su fórmula es: 13 x 28 = 364 + 1 día libre.

Ello no es ninguna novedad, corresponde a la manera natural de seguir el tiempo desde los orígenes de la observación humana. Una vuelta de la Luna en torno a la Tierra dura 28 días y en un año la Luna da 13 vueltas exactas alrededor de la Tierra, mientras que igual, el Sol gira sobre su propio eje gira cada 28 días.

Se tiene referencia que los Druidas en Europa seguían un calendario de 13 meses y cada mes constaba de 28 días. Los nombres de los meses se escribían con un alfabeto basado en los árboles que consistía en 20 letras. El calendario andino o Pachacuti de los Incas también era de 13 meses de 28 días. En las islas de Polinesia también se utilizó éste tipo de calendario y en el antiguo Egipto la mecánica lunar fue conocida como el ‘Calendario de Toth’.

Notable es que igual los mayas desarrollaron el Calendario de 13 Lunas, cuya medición fue implementada por medio de una serie de cálculos exactos con relación a los ciclos propios inclusive de la galaxia. Dicho Calendario de Trece Lunas establecido por la cultura Maya se llamaba Tun U o Tunkin.

Para cualquier observador desprevenido resulta muy fácil seguir el calendario de las trece lunas. El año empieza el 26 de Julio, fecha correspondiente al actual Calendario Gregoriano que sirve como simple referencia, a partir de allí, los días van pasado del 1 al 28 cada mes, mientras los siete días de la semana siempre coinciden con las fechas.

Queda entonces sólo por ajustar el día ‘Fuera del Tiempo’, esto para los mayas es el 25 de Julio gregoriano, ocasión que según sus costumbres, los artistas pueden hablar con clara voz al mundo, a través de su música, su literatura y su arte, para entonces al ir más allá de la historia y mostrar a todas las naciones del mundo, que hay otro camino más armónico de medir el tiempo al decir: ¡Nuevo milenio, nuevo tiempo, nuevo sendero!

Más, ¿Conviene cambiar el calendario? En realidad a pie juntillas, no sería el primer intento conocido.

Durante la revolución francesa, el pueblo quiso liberarse de sus opresores, y fue bajo ese ambiente precursor de la abolición de la monarquía y de la nobleza y otro tipo de dominios, y se empezó a cuestionar la validez del Calendario Gregoriano, utilizado hasta entonces. Los primeros ataques contra dicho calendario convencional ya se habían producido en 1785 y 1788.

Además existía cierta intención de independizar el calendario de sus complejas implicaciones cristianas. Después de la toma de la Bastilla en Julio de 1789, las demandas para efectuar la reforma del calendario tomaron fuerza, se hicieron más frecuentes y poderosas, de modo tal que en principio el nuevo calendario iba a empezar marcando el primer día de la considerada libertad republicana, o sea, el 14 de Julio de 1789.

En ese entonces, un equipo de científicos, poetas, pintores y otros pensadores trabajaron arduamente y durante varios meses en la elaboración del nuevo calendario. Así, el Calendario Revolucionario, también llamado Republicano, finalmente entró en vigor en Francia el día 24 de Octubre de 1793, algo más de un año después de la proclamación de la denominada Primera República Francesa.

El resultado del trabajo de éste equipo fue entregado a la Convención Nacional en Septiembre de ese año y su contenido fue aceptado completamente, de manera que se estableció como ley el 5 de Octubre, para entrar en vigor a partir del 24 de Octubre.

En consecuencia, el año quedó dividido en 12 meses, de 30 días cada uno, aun cuando subdividido en tres periodos de 10 días o décadas. El último día de cada década era de descanso. Se consideró oportuno dividir el tiempo en intervalos de diez días en vez de siete, ya que el diez constituye la base del sistema decimal de numeración. Los cinco días que quedaban se llevaban al final del año, esto es, entre el 17 y el 21 de septiembre del derogado Calendario Gregoriano. Los cinco días eran considerados festivos nacionales y además, en los años bisiestos se tomaban seis días en lugar de cinco. Con éste sistema desaparecía por completo la tradicional semana de siete días romana, judía, cristiana e islámica.

Asimismo, se tomó la decisión que el año debería comenzar con el equinoccio de otoño en razón al gusto de ajustar mucho mejor el calendario a las actividades de la agricultura, así como también al período académico, que comienza después del descanso estival, etc.

Casualmente, la proclamación de la Primera República Francesa el 22 de Septiembre de 1792 o Vendimia del año1, coincide con el equinoccio de otoño de ese año. Eliminando así el 1 de enero como fecha inicial del año, fecha que como se ha visto, fue derivada del calendario Juliano, y establecida en función del inicio de las sesiones del Senado Romano varios siglos atrás.

Los años bisiestos seguían para su determinación una regla diferente a la que aún utiliza el Calendario Gregoriano, y más perfecta. Se entiende que cada cuatro años existe un bisiesto, excepto cada 128 años que tiene dos, ya que al durar el año sideral aproximadamente 11 m y 14 s más que el año trópico, se acumula un error que se convierte en un día cada 128 años. Así pues, en un intervalo de 128 años existían 31 bisiestos en vez de 32. De ésta manera se logra una mayor aproximación a la duración del año trópico que la alcanzada con la aplicación del Calendario Gregoriano.

Durante los años que estuvo en vigor, el calendario republicano funcionó internamente en Francia de una forma satisfactoria. Los mayores problemas eran ocasionados por cuenta de las comunicaciones con el mundo exterior, donde imperaba el calendario Gregoriano.

Pues bien, luego de éste ensayo, el Calendario Revolucionario fue abolido por Napoleón en agosto de 1805. Varias décadas después en 1871, fue brevemente reinstaurado por la Comuna de París, durante varios meses.

Está claro que en los últimos sesenta años se han probado una serie de iniciativas para traer la paz a la Tierra, así como para restaurar el medio ambiente, sin mayor éxito por cuenta de los fabricantes de armas y de la actividad capitalista de explotación depredadora.

Una solución fundamental aún no ha sido probada: ‘Cambiar el Calendario’. Sí, se trata de sustituir el calendario, medida que consiste en efectuar un cambio fundamental y profundo en el manejo del tiempo que conlleva una evolución de la consciencia humana. Pensadores de avanzada consideran que sólo un cambio en la conciencia general traerá las soluciones creativas tan necesarias. El hecho de cambiar el calendario que se usa todos los días, hace que se modifique la percepción de la conciencia para establecer la percepción de la llegada de un nuevo tiempo en la Tierra.

Parafraseando al Movimiento Mundial de Paz impulsado por la Red de Arte Planetaria que apoya el cambio de la medición del tiempo al calendario de trece lunas, a continuación se toman algunos pensamientos válidos...
ü  La Reforma y el Plan de Paz del Calendario de Trece Lunas representan un cambio fundamental que no ha ocurrido en la sociedad humana por espacio de cientos de años.
ü  La Reforma del Calendario de Trece Lunas no sólo constituye un cambio fundamental, sino que también representa un retorno a la percepción del ‘Tiempo Natural’.
ü  El retorno al Tiempo Natural a través de la Reforma del Calendario de Trece Lunas, provee la base para reformular las prioridades humanas y la organización social requerida con relación a la protección del medioambiente.
ü  Se debe aprender inmediatamente sobre las ventajas del calendario propuesto y así ayudar la campaña de implementación del Nuevo Tiempo.
ü  El Calendario Gregoriano no tiene lógica ¿por qué continuar con algo que no tiene razón de ser?
Por ahora le conviene al observador, reflexionar desapasionadamente y con juicio sobre las implicaciones de asumir éste trascendental tema.

"Es el artista quien tiene el enorme poder necesario para cambiar el mundo” .Anónimo.

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Fuente: Mi libro: “UN SENDERO A LONTANANZA”.

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Autor: Daniel García Vanegas

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Namasté…



Les saludo una vez más, en ésta ocasión para despedir por algún tiempo el tema de la astrología, salvo que haya algunos lectores interesados en que profundicemos conjuntamente sobre algún tema en particular, en especial por cuenta de sus valiosos aportes.
Como siempre les agradezco su atención y deferencia, mientras se escuchan solicitudes o recomendaciones sobre nuevos temas a tratar en futuras entregas de éste vehículo de difusión del conocimiento.
No olviden compartir, pues gracias a su colaboración éste blog sobrepasan las 350.000 visitas, a lo largo de algo más de dos años de existencia..
Namasté




[1] www.lawoftime.org consultado diciembre 14 de 2015.
[2] www.13lunas.net consultado el 15 de diciembre de 2015